INTRODUCCIÓN:
Hoy en día, nuestra sociedad se encuentra inmersa en una serie de
profundos y constantes cambios que afectan todas las dimensiones de nuestra
vida. Estos se caracterizan por:
·
Una revolución científico tecnológica, que ha
propiciado la constitución de tecnologías de la información y la comunicación.
·
La terciarización de la economía, en donde se observa
la reconversión de la
·
producción pero sobre todo el auge de los
servicios.
·
El incremento y mejora constante de la base de
conocimientos y la educación.
·
La internacionalización de la vida social,
económica y política.
·
Los conocimientos han planteado en ámbitos
académicos, la necesidad de establecer nuevas formas de gestión del y para el
conocimiento, ello en íntima relación con el papel que tienen los sujetos que
aprenden y propician aprendizajes.
·
Las instituciones educativas como organizaciones
que aprenden, proponen una serie de estrategias. Entre una de las múltiples
estrategias posibles se encuentran la constitución de redes.
·
El concepto de redes utilizado en diversos ámbitos:
social, político, tecnológico, industrial, administrativo y, sobre todo,
cibernético.
En
un mundo cada vez más complejo en el que todo individuo puede verse obligado a
ejercer varias profesiones en el transcurso de su existencia, es indispensable
seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida.
En
un momento en que las mutaciones cada vez más rápidas cuestionan los antiguos
modelos y cobran una importancia creciente el “aprender haciendo” (learning
by doing) y la capacidad para innovar, la dinámica cognitiva de nuestras
sociedades se ha convertido en una cuestión crucial. El modelo del aprendizaje
se ha difundido mucho más allá del universo de los educadores y ha penetrado en
todos los poros de la vida económica y social. Hoy en día se admite cada vez
más la necesidad de reforzar la dimensión educativa – o “de aprendizaje”– de
cualquier organización, sea o no de carácter comercial. A este respecto, es
importante señalar que el progreso de este modelo coincide con el de la
innovación en todos los ámbitos de la actividad humana.
Ahora bien, ¿qué sabemos del aprendizaje
realmente? ¿Los progresos recientes en materia de aprendizaje y los adelantos
de las ciencias cognitivas se plasmarán algún día en prácticas concretas y
eficaces? Esos progresos no se limitarán a la pedagogía escolar, ya que todos
los centros y medios de conocimiento –que también están en plena mutación–
deberán beneficiarse de ellos, tanto en los países del Norte como en los del
Sur.
LA SOCIEDAD DEL APRENDIZAJE
¿Nos encaminamos
hacia una cultura de la innovación?
Si la transmisión
y difusión de los conocimientos cobran tanta importancia en las nacientes
sociedades del conocimiento, esto se debe a que no sólo se está acelerando la
producción de nuevos conocimientos, sino que además el conjunto de la sociedad
se interesa cada vez más por ellos. Nunca ha sido tan corto el intervalo entre
el descubrimiento de una nueva idea y su integración en los planes de estudios
de la enseñanza secundaria. Esto puede provocar a veces algunos problemas
–sobre todo cuando las modalidades de integración no se someten a pruebas
suficientes–, pero también da lugar a la aparición de una auténtica cultura de
la innovación que va mucho más allá de la noción de innovación técnica en la
economía global del conocimiento y que parece haber adquirido la categoría de
nuevo valor, tal como lo atestigua su difusión en múltiples ámbitos (educativo,
político, mediático y cultural).
Para
convertirse en innovación la invención tiene pues que ir acompañada de trabajos
de investigación previos destinados a facilitar la utilización y disminuir el
costo de la transición. En este sentido, la innovación sólo existe cuando una
invención encuentra un empresario que la valorice, respondiendo a una demanda
de la sociedad. Una misma invención puede desembocar en una innovación en una
sociedad determinada, pero no en otra en la que falten la demanda necesaria o
los empresarios. La innovación exige a menudo tiempo para desarrollarse
plenamente, por ejemplo el uso generalizado de la informática tropezó en un principio
con el recelo de los adultos, mientras que los niños y los jóvenes supieron
utilizarla espontáneamente.
El carácter cooperativo y multidimensional del proceso innovador
Los
sociólogos, economistas y filósofos que estudian la innovación tecnológica
admiten hoy en día que la innovación y su difusión obedecen a esquemas menos
unilaterales de lo que se creía. Actualmente se tiene en cuenta la interacción
del público con el universo de la industria y las ciencias y técnicas. En las
sociedades del conocimiento, la función del público cobrará mayor importancia
porque es un elemento del proceso de innovación, que hace hincapié
en la dimensión social de la creatividad e implica un auténtico aprovechamiento
compartido del conocimiento entre “contribuyentes” de muy distinta procedencia.
El
público es un protagonista de la innovación. En algunos casos, es el público el
que estructura la ambición colectiva inductora de la innovación, tanto como los
propios ingenieros, o incluso más. Un ejemplo elocuente son las actividades de
las asociaciones de enfermos, por ejemplo, la práctica de los “Teletón” o, en
el caso del SIDA, de los pacientes que no han vacilado en oponerse al poder
médico. Apoyándose en sus conocimientos sobre la enfermedad, han tratado de
modificar los protocolos terapéuticos cuestionando algunos de los principios
que hasta ahora regían la realización de pruebas clínicas, tales como la
distribución de placebos.
Cultura de la innovación y demanda de conocimientos
En
una economía mundial del conocimiento donde la capacidad de innovación es la
piedra angular de la competitividad, el fomento de una cultura de la innovación
equivale a propiciar la difusión rápida de invenciones e ideas nuevas a una
determinada sociedad en su conjunto. No obstante, la innovación no se obtiene por
decreto. Justamente por haberse tornado sumamente imprevisible, es importante
hacer hincapié en las condiciones que propician el surgimiento de un proceso
innovador, pues es la única dimensión en la que podemos intervenir. Asimismo,
hay que velar por el costo humano de las mutaciones, teniendo bien presente
–como decía Schumpeter– que la innovación es un proceso de “destrucción
creadora”. Se debe prestar una atención especial a los mecanismos destructores
que la innovación conlleva a fin de atenuar sus consecuencias en el plano
social y cultural.
Los
empleos del futuro se caracterizarán cada vez más por la producción, el
intercambio y la transformación de los conocimientos. Nuestras sociedades estarán
plenamente inmersas en la asimilación de una oleada continua de nuevos
conocimientos. La demanda de conocimiento será mayor que nunca, pero sus
modalidades cambiarán. Ya no se tratará de poseer una formación para desempeñar
una actividad específica que corre el riesgo de volverse rápidamente obsoleta a
causa del progreso científico y tecnológico. En las sociedades de la
innovación, la demanda de conocimientos estará en relación con las necesidades constantes
de reciclaje. Incluso la formación profesional tendrá que evolucionar forzosamente.
Hoy en día, un título académico es ante todo una calificación social. La
cultura de la innovación impondrá que en el futuro los títulos académicos
lleven una fecha de caducidad, a fin de contrarrestar la inercia de las competencias
cognitivas y responder a la demanda continua de nuevas competencias.
Innovación y
renovación permanente: los desafíos de una nueva cultura
La
gran novedad del mundo contemporáneo es la valorización sin precedentes de todo
lo que cambia y es novedoso. La transformación prevalece simbólicamente sobre
la permanencia, y la ruptura sobre la continuidad, aunque esto a veces cree
inestabilidad y una impresión de inseguridad. Hoy en día, el predominio de lo
efímero corre parejas con la valorización de lo estético. Cada vez hay más
actividades humanas –comprendidas las económicas– que no se conciben con una
óptica de reproducción y continuación, sino más bien desde un punto de vista
estético y creativo.
En
efecto, se puede comprobar que bajo el efecto combinado de la creación de
redes, la mundialización y el desarrollo de las nuevas tecnologías, la propia
creatividad experimenta alteraciones sin precedentes. Con la inflación del
prefijo “post” en el discurso contemporáneo –que caracteriza, por ejemplo, la
preeminencia de una concepción del arte “postmoderna”–, la concepción esencialista
del ser humano se retira de la escena. La creatividad se está anexionando
nuevos ámbitos y este fenómeno bien podría calificarse de “antropopoyética”, es
decir la tendencia del hombre a crearse a sí mismo con todos los riesgos que
ello entraña. Esos riesgos han suscitado en algunos expertos el temor de que
pueda producirse el advenimiento de una “posthumanidad”.
Aprender, un valor clave de las
sociedades del conocimiento
Por definición,
una sociedad del aprendizaje no puede ser una sociedad de la mera información.
Frente a los posibles excesos que entraña la generalización de una sociedad
mundial de la información, la noción de aprendizaje (learning) vuelve a
introducir la dimensión de distancia crítica. Esta noción permite a nuestras sociedades
esperar que sea posible asimilar el cúmulo considerable de nuevos conocimientos
que producen periódicamente. El fenómeno del aprendizaje está destinado a
generalizarse en nuestras sociedades a todos los niveles, y también está
llamado a estructurar la organización del tiempo, el trabajo y la vida de las instituciones.
La diversidad del aprendizaje
Las
sociedades del aprendizaje no podrán prescindir de una reflexión
sobre la índole de las distintas formas conocimientos
que distinga los conocimientos descriptivos (hechos e informaciones), los
conocimientos en materia de procedimientos (referentes al “cómo”), los
conocimientos explicativos (destinados a responder al “porqué”) y los conocimientos
relativos a los comportamientos. Por eso, una de las tareas de las sociedades del
conocimiento será la de replantearse, en función de esos descubrimientos, las
actividades sociales vinculadas a la producción y transmisión del saber –es
decir, la educación y la difusión pública de los conocimientos–, así como los
soportes materiales de dichas actividades: libros, voces y pantallas.
Entre
las cuatro categorías de conocimientos a las que se ha hecho referencia
–descriptivos, de procedimiento, explicativos y relativos a los
comportamientos–, la última merece una atención especial. En efecto, su
adquisición exige esfuerzos cognitivos que no son naturales, a diferencia de lo
que ocurre con las conductas de imitación y exploración. Cualquiera que sea la
violencia con la que confinen esos esfuerzos cognitivos –a menudo impuestos por
otros: familia, escuela y sociedad–, en ningún caso deberá servir de
justificación del arsenal de castigos que ha venido acompañando a la enseñanza
durante tanto tiempo.
Como
con la rapidez de los progresos técnicos las competencias pierden rápidamente
actualidad, es conveniente fomentar en los distintos ámbitos del conocimiento
la adquisición de mecanismos de aprendizaje flexibles, en vez de imponer un
conjunto de conocimientos muy definido. Aprender a aprender significa aprender
a reflexionar, dudar, adaptarse con la mayor rapidez posible y saber cuestionar
el legado cultural propio respetando los consensos. Estos son los pilares en
los que deben descansar las sociedades del conocimiento.
La evaluación de los conocimientos
Las
sociedades del aprendizaje tienen que permitir a todos “estar al día”. Esto
supone, por consiguiente, una reflexión profunda sobre la evaluación de los
conocimientos, tanto de los educandos –escolares, estudiantes, trabajadores en
formación, postgraduados, etc.– como de los docentes e investigadores. El
problema estriba en que los conocimientos, a diferencia de los bienes y
servicios, carecen de unidades de medición objetivas, cuando de hecho en las
sociedades del aprendizaje son objeto de un intercambio continuo. Este problema
general transciende el del comercio de los conocimientos, ya que afecta también
a la remuneración de los empleos en el sector de lo inmaterial y, por lo tanto,
a los conocimientos que constituyen la base de éste.
Aunque
es difícil establecer criterios generales para evaluar los conocimientos
–habida cuenta de que la mayoría de éstos no se pueden cuantificar–, es posible
sin embargo proponer algunas soluciones.
Una de éstas consistiría en separar la función docente de la función de
examinador, con lo cual se evitaría una subordinación demasiado exclusiva de
los conocimientos enseñados al régimen de evaluación. Los examinadores
profesionales dispondrían de elementos básicos de comparación más amplios y
evitarían los problemas derivados de las relaciones entre docentes y alumnos.
En efecto, encomendar la enseñanza y la evaluación al profesor hace que éste
sea juez en causa propia. Una solución de este tipo plantea problemas de organización
y puede ser onerosa. Sin embargo, permitiría aportar una solución al problema
fundamental de la acreditación global de las evaluaciones que tan necesaria es
para el desarrollo de sociedades del conocimiento para todos.
La multiplicidad de las formas de inteligencia
La
aparición de sociedades del aprendizaje va unida al cuestionamiento de los
conceptos de inteligencia monolíticos y unitarios, que justificaban el carácter
relativamente estable de los procedimientos de evaluación y
transmisión de los conocimientos en los sistemas pedagógicos clásicos.
La
teoría de las inteligencias múltiples y la noción de inteligencia
emocional han propiciado el cuestionamiento de una focalización demasiado
exclusiva de
las
prácticas pedagógicas en la inteligencia lógico-matemática y lingüística. La
finalidad de la enseñanza no es desarrollar de modo equivalente todas las formas
de inteligencia en todas las personas, sino saber determinar los enfoques que
corresponden mejor a la inteligencia de cada uno.
La disponibilidad de los conocimientos
La
diversidad de las modalidades de acceso al conocimiento constituye, como se ha
visto, una de las características más importantes de las sociedades del aprendizaje.
Esta diversidad guarda relación con el fin de dos monopolios: el de la
institución escolar y el del libro. Es cierto que las instituciones
escolares siguen desempeñando todavía un papel esencial y que los libros –y en general
todo lo impreso– no están en vías de desaparecer.
Por
otra parte, las innovaciones tecnológicas ofrecen a los profesionales del
sector de la edición nuevas posibilidades de desarrollo gracias a la impresión de
tiradas a la medida y la considerable reducción de los problemas de
almacenamiento, mientras que Internet les brinda un espacio virtualmente
ilimitado para promover, vender y negociar derechos.
El texto y la lectura: metamorfosis actuales y venideras
Los textos escritos distan mucho de haber
desaparecido con el uso de la pantalla. En efecto, una gran parte de lo que se
visualiza en ésta es de índole textual. En cambio, el
desarrollo del hipertexto y la combinación cada vez más frecuente del texto con
otros elementos (imágenes, sonidos, etc.) provocan una evolución de
lo escrito
que modifica el propio acto de leer, así como las formas de escritura, ya sea
literaria o científica. Con la ubicuidad, que hace de todo texto
depositado
en un
servidor un objeto instantáneamente accesible desde cualquier parte, estamos
presenciando un movimiento de descontextualización e interpenetración
de las
culturas de proporciones inimaginables hace veinte años. La fluidez consiste
en que el documento digital se puede modificar con suma facilidad y se presta
muy bien a operaciones de corrección, copia, reproducción en serie,
distribución, publicación visual y comentario en los foros de discusión.
La
ubicuidad va de par con la interactividad, que convierte al texto en una
especie de espacio virtual susceptible de exploración en los que figuran clips sonoros
o visuales e hiperenlaces que abren ventanas de información suplementarias. El
ordenador confiere al texto una nueva dimensión: la capacidad para establecer una
interacción con un usuario, estimulando en éste una actitud de lectura activa y
centrada en un objetivo específico. El principio supremo que estructura este
tipo de texto ya no es el codex, sino la base de datos, gracias a la
cual el usuario puede visualizar, una tras otra, todas las informaciones
pertenecientes al tema que le interesa exclusivamente, lo cual puede ser muy
eficaz en materia de aprendizaje.
A
este respecto, cabe señalar que la transferencia a bases de datos de las
colecciones bibliográficas tradicionales más importantes constituye una
perspectiva especialmente prometedora. La reseña integral permite
incorporar los documentos escritos a una gigantesca base de datos en la que los
motores de búsqueda pueden encontrar rápidamente las páginas, textos o datos
deseados.
La eficacia
de este sistema de pregunta-respuesta tiende a transformar la experiencia de la
lectura en una búsqueda activa. Por eso, la lectura ya no se vive como una
actividad de impregnación y reflexión lenta como era en el pasado.
A
la hora de promover el acceso al conocimiento, se planteará un problema tan
importante como el de la “brecha digital”: la accesibilidad y difusión del
libro, y más concretamente de los manuales escolares y la literatura infantil,
en especial en los países del Sur.
Cuando al precio inasequible de los libros se añade la falta de
bibliotecas, la difusión de los soportes de lectura es demasiado insuficiente
como para fomentar la lucha contra el analfabetismo.
El futuro de las bibliotecas
Una
vez desterritorializados, los textos y los conocimientos se vuelven nómadas,
escapando en parte a los circuitos tradicionales de centralización. La biblioteca,
ya sea general o especializada, se está escindiendo cada vez más entre un lugar
físico y un espacio virtual, entre el material impreso y la pantalla, y va a
tener que manejar una masa de documentos muy considerable.
La conservación no se limita al mero almacenamiento, sino que se
basa también en el conjunto de procedimientos jurídicos y sociales que permiten
ponerla en práctica.
Nueva problemática de la biblioteconomía
Con
su contribución a la difusión de los conocimientos, las bibliotecas se pueden
convertir en protagonistas fundamentales del desarrollo, favoreciendo la
reducción de la extremada polarización de nuestro mundo en el acceso a los
bienes culturales y la información. Desde este punto de vista, se debe estimular
a fondo la cooperación profesional por los siguientes medios: hermanamientos de
bibliotecas de los países del Norte y del Sur, o de las naciones del Sur entre
sí; intercambios de conocimientos técnicos que comprendan catalogaciones
conjuntas, formaciones mixtas y asistencia en línea; acuerdos de cooperación y
asociación con los distintos sectores de la edición, la prensa, la educación y
la investigación.
Ahora bien, la tarea enciclopédica tiene una dimensión cognitiva que
las ganancias de productividad generadas por la revolución digital no pueden
garantizar por sí solas. Sin inversiones adecuadas en el plano financiero y humano
(competencias, conocimientos técnicos y usos sociales), el desarrollo
sostenible de las funciones documentales peligra.
En
las sociedades basadas en el aprendizaje a lo largo de toda la vida, las
bibliotecas tienen que promoverlo y facilitarlo a todos los niveles. Esto ha de
ser así en los países más afectados por el analfabetismo, donde las bibliotecas
tienen que servir de centros de alfabetización y promoción de la escritura.
También ha de ser así en lo que atañe a la optimización de la circulación de
los conocimientos en el contexto de una demanda creciente de formación en todas
las regiones del mundo. Las bibliotecas pueden además facilitar considerablemente
los itinerarios de aprendizaje individualizados. Por otra parte, las redes, que
abren la perspectiva de crear espacios de almacenamiento virtual y permiten
efectuarlo en función de la demanda, desempeñarán un papel muy importante en el
fomento de las prácticas autodidácticas.
La
biblioteca –desde el bibliobús hasta el gran complejo arquitectónico
contemporáneo– seguirá siendo un pilar de la circulación social de los
conocimientos y un factor de vitalidad para las redes de aprendizaje. En
efecto, sus funciones cognitivas y evolutivas hacen de ella una organización de
aprendizaje por excelencia.
El aprendizaje es esencial para el futuro del
mundo. No obstante, los sistemas educativos actuales se enfrentan a desafíos
sin precedentes. Considero que la eficacia del aprendizaje genuino y permanente en el mundo depende, en gran
medida, de cuánto sabemos aprovechar la potencia de la red para conectar y
comprometer tanto a los estudiantes como a los educadores, y para facilitar el
acceso a nuestros conocimientos y recursos colectivos. La cuestión es adaptar.
A pesar del importante papel que cumplieron y seguirán cumpliendo los sistemas
educativos tradicionales, estos ya no bastan para satisfacer las crecientes y
cambiantes necesidades de aprendizaje del mundo.
Es cierto que optimizar
la eficacia de los sistemas educativos tradicionales para maximizar el valor
que podemos obtener de ellos es un elemento crucial de cualquier estrategia
para avanzar. Sin embargo, no es suficiente. El aprendizaje es una actividad y no
un lugar físico, razón por la cual trasciende los muros de la escuela y la
universidad. Siempre fue así. La explosión del conocimiento, impulsada por la
potencia de la red para conectar a las personas y difundir ideas, cambió la
naturaleza misma del aprendizaje. Debemos innovar y desarrollar nuevas
modalidades de aprendizaje, tanto
formales como informales, que satisfagan las demandas de las sociedades del conocimiento en la era de la información.
Debemos adoptar nuevos enfoques procedentes de
fuentes no tradicionales y fomentar una colaboración
auténtica y abierta de los sectores público, privado y sin fines de lucro.
Además, los responsables de guiar el
aprendizaje deben abandonar la "zona de confort" e innovar de forma
continua para anticipar las necesidades de los estudiantes a medida que cambia
el mundo que los rodea. Las personas
necesitan aprender y volver a aprender a lo largo de toda la vida. El
aprendizaje debe centrarse cada vez más en la colaboración interdisciplinaria y
en las competencias del siglo XXI, tales como el pensamiento crítico y la
resolución de problemas.
BIBLIOGRAFÍA:
1. Hacia
las sociedades del conocimiento — ISBN 92-3-304000-3 — © UNESCO 2005.